El secuencial, pero translucido circuito que corren las lagrimas ausentes del viajero, ahogan el alma, ahogan las penas, destruyen las nubes, lo dirigen a un bar desolado lleno de silencio, como cuando las olas abrazan al sol, como cuando la marea alcanza a la luna, como cuando el caminante sin prisa, sin cadenas y ya sin nada que perder, lanza su ultimo suspiro a la suerte de una botella.